“Indicios y Evidencias”

Indicios y Evidencias, exhibida en la sala mayor del Centro Municipal de Exposiciones en 2005; inventa una historia de participación interactiva sobre el supuesto secuestro de un artista el día de su inauguración donde se denunciarían las actividades ilegales de poderosos grupos transnacionales. El recorrido se efectuó a través de excelentes fotografías en color, documentos indiciales para estudiar las evidencias y descubrir el móvil de la acción criminal, en seguimiento de pistas a la vez absurdas y jocosas poniendo en juego la sencillez de objetos en circunstancias detonantes por las leyendas agregadas: Carta-bomba del ejército vegetariano de liberación (carta y una moneda), Accionador del tambor de expansión antiecológica (alfiler de gancho), Círculo de pasta caucasiano con agujeros representando a las cuatro fuerzas del universo (botón de cuatro agujeros), Vestigios de intervención colonialista (sellos de correo y monedas sudafricanas), campeando un sostenido humor, bien británico que, atentamente observado, se transforma en una denuncia sobre la contaminación y la violencia en el mundo. La muestra contaba con paneles que invitaban a la participación del público, una  ambientación sonora y el  libro de la muestra.

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(…) La muestra actual propone el relevamiento fotográfico de 21 evidencias que se le proponen al espectador para provocar el juego. La calidad de los registros es destacable. Elecciones de luz y encuadre afinadas, un juego cromático que parece orquestado en matices de  un rojo amarronado, con zonas penumbrosas, casi fuera de foco. Un juego de la luz espléndido y una calidad de tratamiento que terminan dando una rara atmósfera de tersura visual, de sedosa dispersión en la periferia de cada imagen. Sobre el final, ploteadas en la pared, las frases inconexas que se pudieron armar con los trocitos hallados del frustrado discurso. Esas frases-es la convicción de quien escribe- son una concesión excesiva a la accesibilidad de la historia. Más allá de la posible ironía sobre consignas rutinarias y frases hechas, constituyen un epílogo que traiciona el deslumbrante juego de engaños y certezas, de sensateces y absurdos desplegado por las instancias precedentes. Mucho mejor, el intento de otro epílogo. Dos grandes pizarrones blancos donde los espectadores deben escribir sobre sus personales intuiciones, sobre sus pesquisas al respecto. Es de lamentar que la gran mayoría de ellos no entendiese el juego ofrecido y se conformase con el elogio o la agresión nacida de una ignorancia militante, con frases tan  manidas como las que, aparentemente, contenía el discurso o con trivialidades pobres, ajenas al planteo”.  (Alfredo Torres Haroldo González en el Subte, Reapariciones y desapariciones, Brecha, agosto 19 de 2005).